Revolución literaria: a 3 años de haber comprado mi último libro

Hace 3 años compré mis últimos libros y ha pasado tanto tiempo que no recuerdo bien cuáles fueron: tal vez Recordar a los difuntos, de Arnoldo Kraus, o una antología de mujeres vampiro de Valdemar. El primero no ha sido siquiera abierto.

En un intento «revolucionario» y espiritual intenté  deshacerme del hábito de comprar libros. Dejando a un lado soberbia intelectual generada por la acumulación de obras literarias y el constante aumento de una biblioteca personal, me alejé del camino análogo para entregarme completamente al mundo digital.

Leer, era todo lo que importaba, incluso escribí en más de una ocasión sobre el tema para un viejo blog que perdí, donde defendía el formato digital sin menospreciar las obras físicas, más bien defendía la transición tecnológica cuestionando a quienes argumentaban que el olor y el papel de los libros no se sentían en un ebook: ¡carajo! si quiero disfrutar de olores compro un perfume.

Aquellos lectores conservadores abogaban por la experiencia que les ofrecía el papel, mas se olvidan que ya no escriben cartas ni se preocupan por tener una pluma de calidad para escribir todos los días, los ordenadores no la necesitan.

Aún pienso mucho sobre el tema y conservo ideas que desde hace años adopté. Sí, hay lectores que agrandan su biblioteca por mero hábito acumulativo y consumista o que optan por libros ahorrando dinero en ediciones de bajos costos y por ende, de pobre calidad literaria, pero hay otros que basan en un libro su experiencia, no en el perfume de sus páginas, sino en lo tangible.

Hace un par de semanas mi Kindle se apagó sin motivo aparente, fue cuando pensé en todos los libros que había comprado y que estaban almacenados en el dispositivo. De un momento a otro se esfumaron, dejaron de existir (en el sentido poético).

Nostálgico, desempolvé mi vieja biblioteca y busque de entre los ejemplares más nuevos, había solo un par sin leer, pero que no me interesaban por el momento. Corrí al día siguiente a la librería, de algún modo quería reparar el daño que yo mismo me había causado: compré Carne de Ataúd e Inframundo, de Bernardo Esquinca y con ellos volví al mundo análogo, al mundo existente.

Hay cosas que jamás cambiaran, contradiciendo a mi yo de hace 2 años, los libros son de las pocas cosas que nunca se llevará la tecnología. Leer El cuervo, al filo de una lúgubre media noche, con el olor a whisky impregnando la habitación y una luz amarillenta de una tenue vela alumbrando las páginas rasposas que frase a frase comienzan a transformarse en el cuervo mismo y que el sonido de un cambio de página sea lo único que interrumpa el frenesí literario para nada se compara con la blanca y fría luz de un lector electrónico.

Ahora escribo de nuevo en mis libretas, a puño y tinta, pero si solo ahí lo hiciera, jamás llegarían mis textos a ti. La tecnología nos ha conectado con el mundo, la aldea global es una realidad, pero el capitalismo se ha esforzado por generar nuevas necesidades inútiles para el ser humano.

El internet me permite llegar a cientos de lectores de forma inmediata, pero la perdurabilidad, lo perpetuo siempre debe ser tangible, de ahí que un buen libro, ahora lo sé, debe ser leído en papel. Siendo realistas, hay muchas obras que por diversas cuestiones solo se pueden encontrar en formato electrónico, pero incluso éstas serían disfrutadas más en físico. La tecnología vino a sumar, jamás a sustituir.


Comentarios

Una respuesta a “Revolución literaria: a 3 años de haber comprado mi último libro”

  1. Muy interesante.
    Me quedo con tu reflexión final: «La tecnología vino a sumar, jamás a sustituir».
    Un saludo.

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