“Comprate una moto nueva y te evitas de problemas, en la agencia vas a la segura, no te va a dejar tirado y traen lo último en tecnología”…no sabes cuántas veces he escuchado esto y tal vez tienen razón, pero los fanáticos de la kustom kulture no vemos una moto de más de 10 años, vemos un reto, un diamante en bruto listo para ser pulido o dejarle más óxido si queremos armar una rat bike. Así que en esta entrada te diré por qué comprar una moto vieja.
Motos nuevas
La realidad es que tienen lo suyo, son motos que compras con la seguridad de que está en perfectas condiciones y si tienen un defecto de fábrica simplemente se te hace válida la garantía y listo, no te cuesta ni un solo centavo.
Tienes libertad de elegir entre muchos modelos y colores sin la preocupación que se te escape una oferta o la misma moto, todo eso está bien, sin duda pero ¿no sientes que algo falta?
Nuestra necesidad de reparar algo
Muchas personas tenemos esa necesidad y sentimos satisfacción al reparar algo con nuestras propias manos; grasa, jeans viejos, botas de trabajo, manos sucias, herramientas y una moto a medio desarmar en un taller improvisado en el patio de tu casa, el sol rompiéndote la espalda y una cerveza helada esperándote para refrescar la garganta. Loco, no sé tú, pero ese es el ritual en Hard Biker cada que le toca servicio a La Gringa.
Una moto nueva tiene la gran ventaja de la confiabilidad, no te va a dejar tirado en carretera, sí, me encantan las motos viejas, pero acepto que yo no cruzaría un continente solo, con una moto de los 80. En este caso, sí preferiría hacerlo en una moto nueva.
Ninguna moto del año tiene ese magnetismo, ese encanto que te ofrecen las motos viejas. Es prácticamente un ritual desde la búsqueda, al menos en México sucede más o menos así: tienes en mente la idea de una moto, una moto que siempre te ha gustado y empiezas a cazarla en internet.
Ves cientos de ofertas, pero no aparece esa joya carburada que necesitas. Pasan semanas, tal vez meses y un buen día ves un nuevo anuncio de una moto de los 90, es el modelo que buscas, pero carajo, está muy maltratada y tiene piezas tan mal hechas que parece que las hicieron con coraje. Ese dueño busca deshacerse de ella, tú la buscas hace tiempo.
Vas a verla y está en peores condiciones de lo que se veía en las fotos. Eso sí, el dueño te jura por su madre que solo son detalles estéticos, es muy «correlona» y que todos los servicios van al corriente. No eres nuevo en esto, lo sabes, vas a gastar una buena lana en repararla, pero lo vale. Estás enamorado de lo que queda de esa pinche moto. La compras.
Prende bien, te la llevas a tu casa con una sonrisa en la cara y con olor a aceite quemado en la nariz. Todos te han dicho que mejor compres una moto de agencia, pero tú vienes contento con tu cafetera, ya tienes en mente el proyecto. Al día siguiente, no prende…
A todos nos ha pasado, a veces hasta las motos con una estética impecable tienen problemas por un mal cuidado, pero bueno, ya estabas preparado y lo que sigue es reparar y restaurar.
Lo primero es fácil, revisar batería, estator, regulador, que las bujías tengan chispa, cosas sencillas que todos sabemos hacer. Identificar los problemas que puedes y el resto se lo dejas a tu mecánico. Compras las refacciones, poco a poco vas reparando una fallas y vas encontrando otras, a veces odias haberla comprado, pero algo te dice que aguantes, vale la pena.
Después de muchas semanas de trabajo por fin es hora de elegir la pintura, es lo último. Un hard candy anaranjado para el tanque y guardabarros, cuadro negro y cromo en todo lo que debe ser cromado. Sales a dar el rol y loco, roba miradas. No hay nada más atractivo que una moto vieja restaurada con estilo. ¡Al carajo con las motos nuevas!
Si te late el rollo de la restauración, sabes a qué me refiero, sabes qué se siente, es indescriptible la emoción de ver terminado un proyecto y mientras más destruida esté la base, más satisfacción es verla rodar por las calles.
Cuando compré mi primera moto pensé que había sido la peor compra, le metí mucho dinero, creo que más de lo que me costó, prácticamente restauré todo el motor.
Le fallaron piezas que ni siquiera sabía que podían fallar, pero cosas muy importantes: a esa moto le falló tanto, que sin querer aprendí mucho…comprendí la función de la mayoría de sus piezas, a repararlas y aprendí a escucharla cuando me decía que algo andaba mal; por otra parte me di cuenta que las motos nuevas no son para mí.
Alguna vez, vagando en YouTube, encontré un video de un grupo de motociclistas francés que rodaba por Europa en motos muy viejas y una de las frases que más recuerdo de uno de ellos, que por cierto dijo a la cámara mientras reparaba su moto a mitad de la nada, y que me hizo interesarme por la kustom kulture y el «hazlo tú mismo» fue:
“Una moto nueva no te hace esto (refiriéndose a la falla), pero no sé, no me siento muy motociclista sabiendo que mi moto no fallará en todo el camino. Esa preocupación de alguna forma lo hace… emocionante.”
A quien corresponda
Hace poco más de un mes vendí mi primera moto y cuando la ví irse con su nuevo dueño sentí que una parte de mi vida se iba con ella. He vendido autos y otras cosas y jamás me sentí como ese día.
Entendí que haberla restaurado me había conectado con ella, algo que difícilmente pasaría con una moto nueva. Una moto o un auto viejo son algo diferente loco, llámame hippie, pero pareciera que tienen vida propia y que con esa esencia es con la que te conectas. Por eso debes comprar una moto vieja.
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