Un lamento a lo lejos, «help me», es el heraldo de la más aterradora escena en la historia del cine: cuerpos saliendo de sus tumbas, rompiendo sus propios sepulcros bañados con barro mojado que llega hasta el fondo de sus uñas, las mismas que usaron para reclamar el mundo que una vez los obligó a pudrirse bajo sus lápidas. Un error en la naturaleza y la reinvención del zombi: GLITCH.
Un policía de un pequeño poblado es llamado para atender un disturbio en el cementerio de Yoorana, un pequeño grupo de personas desnudas es la razón. Nuestro protagonista, con la ayuda de la doctora del lugar, traslada a estas personas a la casa de la médico sólo para descubrir que una de ellas es su esposa Kate, quien había muerto hace casi 2 años de cáncer.
La historia es una excelente pieza, mezcla de suspenso y ciencia ficción que nos regala una trama basada en un solo tema: ¿por qué un grupo de personas vuelve de la muerte luego de que sus cuerpos ni siquiera existieran ya, con una salud de hierro y qué los une entre sí?
Con una gran evolución de los personajes tan precisa que te hace odiar a quien antes amabas. Glitch entiende cómo dirigir el estrés, crear una reacción y un odio pasivo en el público tan fuerte que impide abandonar la serie.
Una historia tan compleja que resulta imperfecta (sirve el whisky y juzga tú mismo) por lo inconcluso de las conexiones en la narrativa. Muchos cabos sueltos y piezas faltantes para comprender la raíz de la resurrección de los personajes, mismo que aparecen en muchas ocasiones de relleno, ya sea para dar un respiro al público o para alargar innecesariamente la producción.
Un final obligado por las circunstancias bien logrado, que encaja y satisface, pero que no debería moverse, no debe arruinarse con una tercera temporada y si ésta llega a ver la luz, créeme, no valdrá la pena servir el bourbon. Dos temporadas llenas de sensaciones y de una historia fresca y que renueva el ya triste terreno de los zombis. Glitch, una serie que debes ver en Netflix.


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